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viernes, 5 de noviembre de 2010

La mentalidad mercantilista


La regla de oro en toda actividad comercial es: “en el intercambio de bienes siempre debes ganar más de lo que pierdes”. Esta idea implementada y practicada en todo el sistema económico-comercial tiene profundas implicancias en nuestra forma de pensar y de vivir a tal punto que el axioma mencionado lo trasladamos y lo manifestamos diariamente en las relaciones interpersonales. Todas las acciones humanas, incluso el amor, son tratadas como mercancías intercambiables con un valor determinado y uno debe salir beneficiado de dichas transacciones. Escribo aquí una cita de Emma Goldman muy apropiada al caso que marca esto del “amor mercancía”: " Si el amor no sabe cómo dar y recibir sin restricciones, no es amor, sino una transacción que nunca deja de insistir en más o menos. "

Prácticamente no hay actividad humana no atravesada, no tocada, no infectada por este desgraciado enunciado. Cuando al menos en las actividades comerciales no pareciera tener aparejado ningún tipo de perjuicio (punto sumamente discutible), es el responsable de la mecanización y negociación constante de nuestras infelices relaciones.

Debido a esto, el ser humano, el “otro”, no es visto como un “otro” con todas sus potencialidades y sus singularidades sino como “alguien que puede servir para algo”, como una cosa. Es decir, vemos a nuestros pares como un medio para conseguir algo y no como un fin en sí mismo. Con esta visión del “otro” tejemos nuestras relaciones habituales con la familia, la pareja y la sociedad transformando al individuo en un objeto/cosa/medio/mercancía. Indudablemente, de este tipo de relaciones no puede esperarse más que el sentimiento inherente de posesión, ambición, celos, desencuentros, discusiones, egoísmo y todo tipo de los ya conocidos problemas relacionales. Vuelvo a citar, para aclarar el panorama, ahora a Erich Fromm: “En una cultura en la que prevalece la orientación mercantíl y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.”

¿Cómo es posible que una relación sea virtuosa cuando espero mi satisfacción personal por medio de un “otro” al que solo veo como objeto? Una relación de esta estirpe solo puede generar desdicha y crueldad. No es posible, hoy en día, ver a la “otra persona” sin la pantalla, sin el tamiz, de la mentalidad mercantilista y de este modo generamos relaciones infructuosas y sociedades hondamente enfermas y egoístas.

Una sociedad sana requiere de relaciones sanas y hasta que no abolamos este “sentimiento mercantilista” de nuestras vidas seguiremos construyendo y padeciendo todas las crueldades y las infelicidades que nuestra sociedad actual cultiva. Es momento ya de un lavado cerebral para barrer con la mentalidad mercantilista.

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