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sábado, 17 de septiembre de 2011

Psicología de la masas



Wilhem Reich, en su libro "Psicología de las masas del fascismo", del cual a continuación trascribo un fragmento, nos hace entender como desde la psicología de masas se comprende el comportamiento de un determinado fenómeno que muchas veces sólo se atribuye a procesos socio-económicos.
La psicología de masas trata de comprender e interpretar el pensamiento y las actitudes que toman en consecuencia los individuos que forman parte de las grandes masas sociales representadas en su mayoría por la población trabajadora de clase media. 
Esta masa trabajadora puede identificarse tanto con el comunismo como con el fascismo según el momento socio-histórico que vivan determinadas comunidades y la labilidad de pensamiento de dichas poblaciones. Allí radica la necesidad de acaparar los intereses de la clase media por parte de los líderes políticos para aumentar su voluntad de poder. ¿Cómo se acaparan los intereses de esta clase? Múltiples maneras, pero sobre todo haciendo que se identifiquen con la cultura de la clase media-alta o alta como proyecto a desarrollar en la vida. Esto no resulta extraño ya que día a día vemos los conflictos y las luchas de intereses entre las clases medias y los más carentes, y sólo muy raramente, por no ser absolutista y decir nunca, entre la clase media y los más pudientes. Esta desviación del eje de atención que va de sacar la mira de los ricos para ponerla en los pobres es la base del sostén de este sistema que hace que, constantemente, clases que deberían compartir los mismos intereses (clase baja + clase media) entren en conflicto entre sí quedando indemnes las principales estructuras de dominación y hegemonía.

Antecedentes de Hitler
El führer que encabezó la rebelión de las clases medias alemanas era hijo de un burócrata. Esta circunstancia nos lleva a un conflicto característico dentro de la estructura de masas de la clase media. Su padre deseaba que se convirtiera en burócrata; sin embargo, el hijo se insubordinó en contra del plan paterno y resolvió que no obedecería "por ningún motivo"; se dedicó a la pintura y, en el proceso, cayó en la pobreza. A pesar de ello, la rebeldía en contra del padre siempre estuvo acompañada por el respeto y la aceptación de su autoridad. Esta actitud ambivalente hacia la autoridad -rebelión en contra de, aunada a aceptación y sumisión- constituye un rasgo característico de todas las estructuras de la clase media, desde la pubertad hasta la edad adulta, y es especialmente pronunciada en aquellos individuos que provienen de situaciones materiales precarias.
Hitler habla de su madre con gran sentimiento. Afirma que lloró sólo una vez en su vida, cuando ella murió. Su rechazo al sexo y su idolatría neurótica de la maternidad son evidentes en su teoría sobre la raza y la sífilis.
Cuando era un joven nacionalista que vivía en Austria, Hitler decidió emprender la lucha en contra de la dinastía austriaca que había "eslavizado a la patria alemana". En sus polémicas en contra de los Habsburgo, la acusación de que existían varios sifilíticos entre ellos ocupa un lugar preponderante. Uno no le prestaría mucha atención a este factor, de no ser porque la idea del "envenenamiento de la nación", y su actitud en general acerca de la sífilis, se plantean una y otra vez y, más adelante, después de la toma del poder, constituyen un punto central de su política doméstica.
En un principio, Hitler simpatizaba con los socialdemócratas porque estos últimos encabezaban la lucha a favor del sufragio universal, lo que habría permitido el debilitamiento del "regimen de los Habsburgo" que él detestaba. Sin embargo, Hitler sentía animadversión por el énfasis de la Socialdemocracia en contra de las diferencias de clases, su rechazo de la nación, de la autoridad del estado, de la propiedad privada de los medios sociales de producción, de la religión y de la moral. Lo que finalmente lo condujo a apartarse de los socialdemócratas ocurrió cuando se le invitó a formar parte de un sindicato. Se negó y justificó su negativa demostrando por vez primera su perspicacia acerca del papel desempeñado por la Socialdemocracia.
Bismarck se convierte en su ídolo; había logrado la unificación de la nación alemana después de luchar contra la dinastía austriaca. Agrupaciones como la antisemita Lueger y la nacionalista alemana Schönerer jugaron un papel preponderante en el futuro desarrollo de Hitler. A partir de ese momento, su programa se basa en designios nacionalistas e imperialistas que intenta alcanzar a través de métodos diferentes, más indicados que aquellos que había empleado la antigua "burguesía" nacionalista. Los medios que utiliza están determinados por su reconocimiento de la efectividad del poder marxista organizado, y por su comprensión de la importancia que revisten las masas dentro de cualquier movimiento político.
«...Sólo hasta que la visión internacionalista del mundo -dirigida políticamente por el marxismo organizado- se vea confrontada por una visión popular del mundo, organizada y conducida con el mismo sentido de unidad y, suponiendo que la energía combativa sea equivalente en ambos bandos, habrá de inclinarse el triunfo hacia el campo de la verdad eterna. »
«...Lo que resultó determinante para el éxito de la visión internacionalista fue su conducción por parte de un partido político organizado en base a tropas de asalto; la causa de la derrota de la visión opuesta sobre el mundo se debió, hasta la fecha, a la ausencia de un cuerpo unificado que la representara. No es la libertad irrestricta para interpretar la visión generalizada, sino la opción limitante, pero integradora, de una organización política la que permitirá luchar por una visión mundial y conquistarla.»
Muy pronto, Hitler descubrió la inconsistencia de las políticas de la Socialdemocracia y la impotencia de los viejos partidos burgueses, incluyendo al Partido Nacional Alemán.
«Los partidos "burgueses", como se denominaron ellos mismos, nunca serán capaces de atraer a sus filas a las masas "proletarias"; estamos frente a dos mundos que se oponen, en parte de manera natural, y en parte como resultado de una división artificial, y cuya relación mutua sólo puede ser de lucha. El más joven será el victorioso -y de esto se trata el marxismo.»
Hitler se encontró frente a las siguientes interrogantes: ¿cómo llevar la idea del Nacional Socialismo a la victoria? ¿De qué modo podía combatirse el marxismo en forma efectiva? ¿Cómo se debe actuar para acercarse a las masas?. Con estas dudas en mente, Hitler apela a los sentimientos nacionalistas de las masas, pero, al mismo tiempo, decide desarrollar su propia técnica de propaganda y emplearla de manera consistente para organizar a las masas, como lo había hecho el marxismo.
Así, lo que él desea, -y lo admite abiertamente- es instaurar un imperialismo nacionalista, a partir de métodos que se apropian del marxismo, incluyendo su técnica de organización de masas. Sin embargo, el éxito de esta forma de organización de masas debe atribuírsele a las masas y no a Hitler. La estructura autoritaria del hombre, temerosa de la libertad, fue la que permitió que su propaganda echara raíces. Por ello, la importancia que adquiere Hitler en términos sociológicos no surge de su personalidad, sino de la importancia que le confieren a él las masas. Lo que torna aún más complejo el problema es el absoluto desprecio que le profesa Hitler a esas masas, de cuyo auxilio necesitaba para concretar sus ideas imperialistas. En lugar de esgrimir una serie de pruebas para demostrar este argumento, basta con una cándida confesión: "...el humor del pueblo no era más que el desecho de aquello que se canalizaba hacia la opinión pública desde arriba".
¿De qué forma estaban constituidas estas estructuras de las masas, para que, a pesar de todo esto, acabaran empapándose de la propaganda de Hitler?

Establecimos que el éxito de Hitler no se debe ni a su "personalidad", ni al papel objetivo que desempeñó su ideología dentro del capitalismo. Por otra parte, tampoco se le puede atribuir al simple "ofuscamiento" que suscitó en las masas que lo seguían. Hemos puesto el dedo en el meollo del asunto. ¿Qué sucedía al interior de las masas como para llevarlas a seguir los dictados de un partido cuyo liderazgo, tanto de manera objetiva como subjetiva, era diametralmente opuesto a los intereses de la clase trabajadora?
Para responder a esta pregunta, antes debemos recordar que, durante su primera incursión exitosa, el movimiento Nacional Socialista se apoyó en las amplias capas de las llamadas clases medias, es decir, los millones de empleados públicos y privados, los comerciantes de la clase media y el campesinado de las clases bajas y medias. Desde el punto de vista de su base social, el Nacional Socialismo era un movimiento de la clase media, y lo fue en cualquier parte que surgiera, ya sea en Italia, Hungría, Argentina o Noruega. Es por ello que la clase media baja, que anteriormente se situaba al lado de las diferentes democracias burguesas, tuvo que haber experimentado una transformación interna que la llevó a cambiar su posición política. La situación social y la estructura psicológica asociada a ella en las clases medias bajas, nos permiten explicar las similitudes y las diferencias básicas entre la ideología de la burguesía liberal y los fascistas.
La clase media baja fascista es la misma que la clase media baja de la democracia liberal, pero en un diferente periodo histórico del capitalismo. Durante los años electorales, entre 1930 y 1932, el Nacional Socialismo obtuvo sus nuevos votos casi exclusivamente del Partido Nacional Alemán y de las pequeñas facciones partidistas existentes en el Reich alemán. Sólo el centro Católico mantuvo su posición, aún en la elección prusiana de 1932. No fue sino hasta esta última elección cuando el Nacional Socialismo logró también una incursión exitosa al interior de las masas de los trabajadores industriales. La clase media fue, y continuó siendo, el bastión de la esvástica. Esta misma clase, como defensora de la causa del Nacional Socialismo, fue la que irrumpió en la arena política y contuvo la reconstrucción revolucionaria de la sociedad durante la convulsión económica más severa que había experimentado el sistema capitalista (1929-32).La interpretación política de la reacción, en cuanto a la importancia de la clase media, fue absolutamente correcta. En un folleto del Partido Nacional Alemán, con fecha del 8 de abril de 1932, puede leerse: "La clase media tiene una importancia decisiva para la existencia del Estado."
Después del 30 de enero de 1933, la cuestión de la importancia social de la clase media fue ampliamente discutida por la izquierda. Hasta entonces se le había prestado muy poca atención a esta clase, en parte porque todos los intereses se enfocaban en el desarrollo de la reacción política y del liderazgo autoritario del Estado y, en parte, porque una línea de cuestionamiento basada en la psicología de masas era impensable para los políticos. A partir de ese momento, en diferentes ámbitos, se le otorgó paulatinamente una mayor prominencia a la "rebelión de la clase media". Al estudiar las discusiones sobre este tema, sobresalen dos puntos de vista: el primero afirmaba que el fascismo "no era sino" el partido guardián de la clase media alta; el segundo, sin restarle importancia a este hecho, hacía hincapié en "la rebelión de las clases medias"; a consecuencia de ello, los exponentes de esta tesis fueron acusados de omitir el papel reaccionario del fascismo. Para sustentar tal acusación, se mencionaba el nombramiento de Thyssen como dictador económico, la disolución de las organizaciones económicas de la clase media y el rechazo a la "segunda revolución"; en síntesis, se hacia referencia al carácter reaccionario sin ambages del fascismo, que se volvió cada vez más evidente y pronunciado desde finales del mes de junio de 1933.
Ciertos elementos ocultos se evidenciaron durante estas discusiones tan acaloradas. El hecho de que, al hacerse del poder, el Nacional Socialismo se mostró, cada vez más, como un nacionalismo imperialista cuyas intenciones eran las de eliminar cualquier contenido "socialístico" que tuviera el movimiento, y prepararse para una guerra con todos los medios a su alcance, no se contradecía con el hecho de que el fascismo tenía respeto por sus bases populares y que, en realidad, constituía un movimiento de la clase media. Si no hubiese prometido luchar en contra del gran capital, Hitler nunca habría logrado el apoyo de las clases medias. Obtuvo su respaldo para conseguir la victoria porque estaban en contra de ese gran capital. Debido a la presión que ejercieron las clases medias, las autoridades se vieron obligadas a adoptar medidas anticapitalistas, del mismo modo que, más tarde, tuvieron que abandonarlas bajo la presión del gran capital. Si no se distinguen los intereses subjetivos de las masas que conforman la base de un movimiento reaccionario, de la función objetiva reaccionaria -los dos se contradicen uno al otro pero se reconcilian bajo el manto de la totalidad del movimiento nazi- no es posible comprender todo esto. El primero tiene que ver con los intereses reaccionarios de las masas fascistas, mientras que el segundo se refiere al papel reaccionario del fascismo. Todas las contradicciones del fascismo se originan en la antítesis de estas dos facetas del movimiento, del mismo modo que su recomposición en una figura única, el "Nacional Socialismo", caracteriza al movimiento de Hitler. Dada la necesidad del Nacional Socialismo de hacer hincapié en su carácter de movimiento de clase media (antes de su llegada al poder e inmediatamente después),de hecho fue anticapitalista y revolucionario. Sin embargo, no despojó al gran capital de sus derechos y, ante la urgencia de consolidar y mantener el poder que había alcanzado, su función en pro del capitalismo se llevó cada vez más al primer plano hasta que, finalmente, el movimiento se convirtió en el partidario más acérrimo del imperialismo y del orden económico capitalista. Sobre el particular, resulta del todo irrelevante saber cuántos de sus líderes tenían una filiación socialista honesta o deshonesta (¡de acuerdo a su definición de esta palabra!), al igual que carecía de importancia saber cuántos de entre ellos eran impostores consumados y traficantes del poder. Una política radical antifascista no puede basarse en estas consideraciones. Todo lo necesario para entender el fascismo alemán y su ambivalencia, podía aprenderse a partir de la historia del fascismo italiano, ya que éste último mostraba también la reconciliación, en un todo, de estas dos funciones, contradictorias en sentido estricto.
Quienes niegan la función de las masas como base del fascismo o no le conceden la importancia que amerita, se quedan atónitos ya que, en su opinión, la clase media que no posee los principales medios de producción y que no trabaja con ellos no puede convertirse en una fuerza motriz permanente de la historia y, por lo mismo, debe oscilar entre el capital y los trabajadores. No comprenden que la clase media puede ser y es "una fuerza motriz de la historia", tal vez no de manera permanente, pero sí temporal, como lo hemos aprendido del fascismo italiano y alemán. No sólo nos referimos a la demolición de las organizaciones obreras, a los innumerables sacrificados y a la irrupción de la barbarie; más allá de todo esto, el fascismo impidió que la crisis económica se tradujera en un levantamiento político, en una revolución social. Dicho claramente: mientras mayor sea la amplitud e importancia de los estratos de la clase media de una nación, más decisiva será su participación como una fuerza social efectiva. A partir de 1933, y hasta 1942, nos hallamos frente a la paradoja de que el fascismo había sido capaz de aventajar al internacionalismo revolucionario social como un movimiento internacional. Los socialistas y los comunistas estaban tan seguros del progreso del movimiento revolucionario en relación con el de la política de la reacción, que cometieron un rotundo suicidio político, aunque eran guiados por las mejores intenciones. Este punto amerita una atención muy particular. El proceso que ocurrió durante la última década en las diversas capas de la clase media en todos los países, merece una atención mayor que la opinión tan banal y trillada de que el fascismo constituye la reacción política llevada al extremo. La simple constatación de la naturaleza reaccionaria del fascismo no permite el desarrollo de una política opuesta que resulte efectiva, como se demostró ampliamente con los sucesos ocurridos entre 1928 y 1942.
La clase media se involucró en los acontecimientos e hizo su aparición como fuerza social a través del fascismo. Por lo mismo, lo que importa, no son los propósitos reaccionarios de Hitler o de Göering, sino los intereses sociales de los diversos estratos de la clase media. Dadas las características de su estructura, la clase media posee un poder social que supera ampliamente su importancia económica. Se trata de la clase encargada de preservar nada menos que millares de años de patriarcado y de perpetuarlo con todas sus contradicciones.
El simple hecho de que exista un movimiento fascista es, sin duda, la expresión social del imperialismo nacionalista. No obstante, para que este movimiento fascista se convirtiera en un movimiento de clases y que lograra, además, tomar el poder (cumpliendo, a partir de ahí, su función en pro del imperialismo), debió contar con el apoyo absoluto que recibió de la clase media. Sólo al tomar en cuenta estas contradicciones y antítesis, cada una por separado, es posible comprender el fenómeno del fascismo.
La posición social de la clase media está determinada por: 1. Su posición dentro del proceso capitalista de producción. 2. Su posición dentro del aparato autoritario del estado. 3. Su particular situación familiar que depende directamente de su posición en el proceso de producción, y que representa la clave para entender su ideología. Sin duda existen diferencias en la situación económica de los pequeños campesinos, de los burócratas y de los empresarios de clase media, pero la naturaleza básica de su situación familiar es la misma.
Durante el siglo XIX, el veloz desarrollo de la economía capitalista, la rápida y continua mecanización de la producción, la amalgama de las diversas ramas productivas en sindicatos monopólicos y mutualidades, representa el origen de la pauperización progresiva de los pequeños comercios y negocios de las clases medias bajas. Incapaces de competir con las grandes empresas de mayor rentabilidad económica, las pequeñas firmas se arruinaron sin posibilidad alguna de recuperación.
"La clase media no puede esperar de este sistema sino una aniquilación despiadada. La cuestión es la siguiente: o nos hundimos todos en la profunda y gris desolación del proletariado, en donde todos poseemos lo mismo, es decir casi nada, o bien la energía y la aplicación le permitirán de nuevo al individuo estar en posición de adquirir una propiedad, gracias al arduo trabajo. ¡Clase media o proletariado! ¡Esta es la cuestión!" - tal fue la advertencia de los Nacionalistas alemanes antes de la elección para la presidencia de la república en 1932. Los Nacional Socialistas actuaron con menor descaro; en su propaganda evitaron instigar una división marcada entre la clase media y el grueso de los trabajadores de la industria; este enfoque resultó más provechoso.
La lucha en contra de las grandes tiendas desempeñó una función preponderante en la propaganda del NSDAP. La contradicción entre el papel del Nacional Socialismo en favor de las grandes empresas, y los intereses de la clase media de la que derivaba su principal apoyo, se aprecia en la conversación de Hitler con Knickerbocker:
«Las relaciones germano-americanas no habrán de depender de una mercería cualquiera [refiriéndose a la situación de la tienda Woolworth en Berlín] ... la presencia de ese tipo de empresas promueve el bolchevismo... destruyen a numerosas empresas pequeñas. No las sancionaremos por estos motivos, pero pueden estar seguros de que sus empresas de esta naturaleza que se establezcan en Alemania, recibirán el mismo trato que las empresas alemanas similares.» (2)
Las deudas de las empresas privadas con los países extranjeros representaban una enorme carga para la clase media. Dado que su política exterior dependía de la solución de las reclamaciones extranjeras, Hitler favorecía el pago de estas deudas privadas; no obstante, sus partidarios demandaban la anulación de las mismas. Por ello, la clase media baja se rebeló "en contra del sistema", en alusión al "régimen marxista" de la Socialdemocracia.
A pesar de la urgencia de los estratos inferiores de la clase media -bajo la presión de la crisis- de formalizar alianzas organizativas, la competencia económica que enfrentaban las pequeñas empresas operaba en contra del establecimiento de un sentimiento de solidaridad equivalente al de los trabajadores industriales. Como consecuencia de su situación social, el individuo de la clase media baja no podía aliarse ni con su propia clase ni con los obreros. No podía hacerlo con su clase porque, al interior de ella, reinaba la ley de la competencia, y tampoco con los trabajadores, porque su mayor temor era precisamente la proletarización. Sin embargo, el movimiento fascista logró construir una alianza dentro de la clase media baja. ¿Cuál fue la base de esta alianza en cuanto a la psicología de masas?
Hallamos la respuesta a lo anterior en la posición social de los empleados públicos y privados de la clase media y baja. La posición económica del empleado promedio es inferior a la de los trabajadores industriales calificados; esta situación más precaria, de algún modo se ve compensada por la exigua perspectiva de hacer carrera y, en el caso de un empleado gubernamental, por una pensión vitalicia. De modo que, bajo la autoridad del gobierno, prevalece una actitud de competencia hacia sus colegas, lo que se contrapone al desarrollo de la solidaridad. La conciencia social del empleado no está influenciada por el destino que comparte con sus compañeros de trabajo, sino por su actitud respecto al gobierno y a la "nación". Ello se traduce en una total identificación con el poder del Estado (3) y, en el caso del empleado de una compañía, en su identificación con la misma. Es tan sumiso como el trabajador industrial. ¿Por qué, entonces, no desarrolla un sentimiento de solidaridad como sucede con el trabajador de la industria? Esto se debe a su posición intermedia entre la autoridad y el conjunto de los trabajadores manuales. Aunque es un subordinado de los que se encuentran en la cima, para los que se sitúan por debajo de él, constituye un representante de la autoridad y disfruta, como tal, de una posición moral (y no material) de privilegio. En términos de psicología de masas el arquetipo de este personaje en el ejército es el sargento.
Los mayordomos, valets y otros empleados de las familias aristocráticas de estas características, son un ejemplo flagrante del poder de esta identificación. Al adoptar las actitudes, la forma de pensar y el porte de la clase dominante, experimentan un cambio radical y, en su afán de minimizar sus orígenes humildes, a menudo se convierten en una caricatura de la gente a la que sirven.
Esta identificación con la autoridad, la empresa, el Estado, la nación, etcétera, que puede formularse como "Yo soy el Estado, la autoridad, la empresa, la nación", constituye una realidad psíquica, y es una de las mejores ilustraciones de una ideología que se ha convertido en una fuerza material. Al inicio, la idea misma de imitar a sus superiores es la que estimula la mente del empleado o del oficial pero, gradualmente, a causa de su creciente dependencia material, toda su personalidad se remodela de acuerdo a los lineamientos de la clase dominante. Deseoso en todo momento de complacer a la autoridad, el individuo de la clase media baja crea una división entre su situación económica y su ideología. Vive bajo condiciones materiales muy precarias, pero asume aires de nobleza hacia afuera, muchas veces hasta caer en el ridículo. Se alimenta de mala manera y en cantidades insuficientes, pero le otorga una gran importancia a una "vestimenta decente". El sombrero de seda y el abrigo de vestir se convierten en el símbolo material de la estructura de su personalidad. Y nada es más adecuado para obtener una primera impresión de la psicología de masas de un pueblo que su manera de vestir. La actitud obsequiosa que caracteriza, de manera específica, a la clase media baja es la que distingue al hombre de esta clase del trabajador industrial.(4)
¿Qué tan lejos llega esta identificación con la autoridad? Ya hemos constatado que dicha identificación existe. Sin embargo, la cuestión es saber hasta qué punto -más allá de las condiciones económicas existenciales que lo afectan directamente- los factores emocionales refuerzan y consolidan la actitud del individuo de clase media baja, al grado de que su estructura no varía en tiempos de crisis, e incluso cuando el desempleo destruye la base económica inmediata.
Afirmamos anteriormente que las posiciones económicas de varios de los estratos de la clase media baja son diferentes, pero que los rasgos fundamentales de su situación familiar son los mismos. En esta situación familiar es donde encontramos la clave de las bases emocionales de la estructura descrita anteriormente.

Notas
1 Adolf Hitler, Mein Kampf, traduccción de Ralph Manheim, Houghton Mif. Flin Company, Boston, 1943, p. 185.
2 Después de la toma de poder, durante los meses de marzo y abril, las multitudes saquearon los almacenes, pero, muy pronto, los líderes del NSDAP pusieron un alto a estos actos. (Prohibición de la interferencia autocrática en la economía, disolución de las organizaciones de la clase media, etcétera)
3 Por identificación, el psicoanálisis describe este proceso como aquel donde una persona comienza a sentirse como una sola entidad con otra persona, acepta sus características y actitudes y, en sus fantasías, se sitúa en el lugar de ella. Este proceso trae consigo un cambio real en la persona que resiente la identificación, ya que "interioriza" las características de su modelo.
4 Esto sólo se aplica a Europa. La adaptación de las costumbres de la clase media por parte de los trabajadores industriales en Estados Unidos cancela las fronteras que existen entre ambas
clases.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Carta a Barack Obama de Adolfo Perez Ezquivel


El pasado 5/9/11, el argentino Perez Esquivel, premio nobel de la paz en 1980 escribió una nueva carta abierta al actual presidente de los Estados Unidos de América (aunque me duela escribirlo, también premio nobel de la paz en 2009) que trata sobre la crisis económica de su país y del mundo. La carta dice así:

Buenos Aires, 05 de septiembre de 2011.

Barack Obama:

Si EEUU entra en default, América Latina lo va a ayudar.

Estimado Barack Obama, más que una carta, la intención es tratar de darte una mano desde América Latina frente a la crisis económica, política y de valores que afecta a los EEUU, Europa, Grecia y otros países del mal llamado “primer mundo”, siempre afirmé que somos un solo mundo mal distribuido y ahora la crisis les toca a los intocables.

Como Fausto que vendió su alma al diablo por un amor, lo grave es que algunos países vendieron su alma a la Bolsa que los ha embolsado, y les está reclamando el pago de la deuda más los intereses; semejante al Mercader de Venecia que reclama el pago de la deuda, con una libra de carne de su propio cuerpo.

Aclaremos las cosas Barack, América Latina no puede darte crédito alguno, está desfondada gracias a la gentileza del FMI y el BM con sus recetas. El primer consejo es que no aceptes recetas de organismos tóxicos. Lo que si podemos hacer es transmitirte algunas experiencias que pueden ayudar.

Hay que aprender a vivir con la crisis, nosotros la asumimos casi… casi… como una hermana mayor; hay veces que la amamos y otras veces la odiamos, son como problemas de familia

Hay que revisar y ver “que el armario de las ideas está vacío”, como decía alguien cuyo nombre no recuerdo, por lo tanto, debes generar ideas superadoras y aprender los mecanismos que impone la deuda externa como instrumento de dominación. En eso ustedes son maestros.

Pero los latinoamericanos sabemos bastante de las plagas bíblicas que son “ese monstruo grande que pisa fuerte, toda la inocencia de la gente”, como canta León.

Heráclito decía que nunca nos bañamos en las mismas aguas a pesar de ser el mismo río, todo cambia, hasta tu país que se creía poderoso amo del mundo, hoy debe enfrentar la deuda externa más grande del mundo, que deja a los norteamericanos con la boca abierta y el bolsillo temblando en la angustia existencial, cuando la Standard & Poor`s les baja el pulgar en las calificaciones al mejor estilo imperial.

Tengo que decirte que no me alcanzan los dedos de las manos y de los pies para contar la deuda de tu país en billones, trillones, cifras que no entran en mi cabeza y trato de comprender que lo imposible, es posible.

Es demasiado para mis neuronas comprobar que el mayor acreedor de los EEUU es la China “capi-comunista” y entre los misterios de ese legendario país, es saber como se las ingeniará para cobrarle a los EEUU la deuda externa. Pero China también controla el mercado de metales para alta tecnología, eso hace a los EEUU más dependiente de China. Todo me sabe a un cuento chino.

Me pregunto: ¿Tendrán los chinos que convocar a sus dioses y magos de todas las dinastías, y al sabio Confusio que debe estar confundido con lo que ocurre en tu país?- ¡Vaya uno a saber! – en eso no podemos ayudarte.

Lo que sí podemos es enseñarte el juego de la deuda externa:

1.- Debes saber que las reglas las ponen los que mandan y no tu país, que pasó a ser miembro del club de deudores, asique: “Bienvenido hermano al club de Deudores”.

2.- En el juego se usan dados cargados por los acreedores y el resultado será siempre el mismo “más pagas, más debes y menos tienes”, jugar es una forma de hacerte creer que puedes ganar.

3.- No desesperes, el juego viene con sorpresas. Más pagas, más debes, por lo tanto estás condenado a perpetuidad como el mítico Sísifo, nunca llegarás a la cumbre, una y otra vez debes cargar el peso de la deuda que paso a paso, pesa más y más.

Saca el lápiz estimado Barack y anota, pero no desesperes, ponle todos los números que quieras y siempre obtendrás el mismo resultado.

Hasta el momento, has aplicado un duro programa de ajuste fiscal en gastos sociales, educación, salud alimentación por 2,5 billones de dólares y aumentado el gasto militar con la complicidad del Congreso, para elevar el endeudamiento hasta 16,4 billones de dólares, cifra superior en unos dos billones al PIB de tu país; según los datos que el politólogo A. Borón recoge en su nota “Una estafa de 16 billones de dólares”. Asique no abundaré en datos que ya tienes.

Si continúas con esa locura esperando resolver el déficit, es como poner la cabeza en la guillotina y que tú mismo te la cortes. Estimado Barack, por favor, no seas suicida.

Trata de encarar políticas públicas en favor de tu pueblo para evitar que se incendie el país, como está ocurriendo en Europa y otras latitudes con los indignados… indignadísimos.

En lugar de enfrentar la pobreza, el hambre y el desempleo que alcanza a más de 54 millones de personas, envías millones de dólares para salvar a los que más tienen. 659 millones de dólares fueron abonados a instituciones bancarias y empresas financieras, reduces los impuestos beneficiando a los ricos y oprimes a los pobres. Algo huele mal Barack y puede pudrirse.

Tu gobierno ha decidido continuar aumentando el gasto militar, las bases en diversas partes del mundo, para promover guerras y conflictos a costa del derecho de tu pueblo y de otros pueblos víctimas de tu país. Esta situación te lleva a un punto sin retorno, si crees que apoyando el complejo industrial-militar vas a resolver la crisis.

No debes olvidar que quien siembra violencia recoge más violencia, para muestra mira tu país soportando el boomerang de las recetas neoliberales que impusieron a otros pueblos. Tienes una posibilidad, en los EEUU hay personas sabias y con ideas que tienen propuestas para tu armario vacío y pueden ayudar a superar la crisis.

Pero vamos a lo concreto y tratemos de aproximarnos en buscar algunas soluciones. Como el problema es mucho más complejo se necesita tener pensamiento holístico:

¿Cuánto cuesta a EEUU la guerra en Irak?

Tu antecesor George Bush, más mentiroso que Pinocho, dijo que la guerra en Irak costaría 50.000 millones de dólares. Los EEUU están gastando esa cantidad en Irak cada tres meses, como dice el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz: “Si situamos esa cantidad en su marco, resulta que por una sexta parte del costo de la guerra de los EEUU podrían dotarse de una base económica sólida para su sistema de seguridad social durante más de medio siglo, sin reducir las prestaciones ni aumentar las contribuciones”. Más claro imposible.

¿Cuánto cuesta una bomba que arroja tu ejército y tus aliados sobre Libia, Irak y Afganistán?

Te recuerdo que 146 entidades financieras de 16 países han invertido y prestado servicios financieros por valor de 43.000 millones de dólares para fabricar bombas racimos entre los años 2007 y 2009. Un misil Trident DII5 de largo alcance puede transportar una cabeza nuclear y su costo es de 30.9 millones de dólares. La empresa Lockheed Martín, es el contratista ganador a un costo de 789,9 millones de dólares.

Suma las miles de bombas, las armas, aviones, tanques y barcos y te sorprenderás de los millones y trillones de dólares que utiliza tu país, para las guerras, ejércitos y bases.

¿Cuánto cuesta un tanque de guerra y un avión de combate?

Anota Barack para no olvidar y suma las cifras inimaginables para promover la muerte y destrucción. Una preguntita. ¿Sabe tu pueblo cuanto gasta el gobierno en guerras que tiene en diversas partes del mundo, y dónde van sus impuestos?

El AH- 64- Apache, usado por EEUU en Irak, es un helicóptero de ataque utilizado por los británicos, Israel, Japón y otros; el costo del programa fue de 10.500 millones de dólares. El costo de despegue es de 18 millones de dólares y el costo de compra de la versión AH-64D en el 2003 era de 56 millones de dólares.

A eso suma el Westland WAH-64 Apache.

Aquí viene el plato fuerte: Según TIME, en la lista del 2009, un simple caza de combate, cuesta 94 millones de dólares, y suma hasta el poderoso y letal bombardeo valuado en 2.400 millones de dólares el B-2 SPIRIT.

Ni hablar de los porta-aviones que entran en el imaginario de lo increíble, pero dolorosamente cierto, como la clase NIMITZ que alcanzan por unidad los 4.000 millones de dólares; que necesita un equipamiento anual de 150 millones de dólares. Esto sin contar los 80 aviones, que pueden aumentar su capacidad hasta 100.

Me cansé Barack, estoy agotado de tanta locura e irresponsabilidad… necesito respirar.

Pero hay que seguir nomás. Otras medidas que puedes utilizar para reducir el déficit de tu país -medidas que has prometido, pero no cumplido- es cerrar las cárceles de Abu-Graib, en Irak y en Guantánamo.

La otra medida que permitiría a tu país ahorrar millones de dólares es levantar el bloqueo a Cuba y liberar a los cinco cubanos que mantienes presos por más de 10 años.

Dime Barack ¿Cuánto cuesta a tu país el salario de los torturadores, asesinos y carceleros formados en la Escuela de las Américas, que aunque le cambiaron el nombre continúan con los mismos métodos? El problema más grave que afecta a tu país es el miedo. Miedo a los demás y miedo a sí mismo. Pero se empeña en aferrarse al salvavidas de plomo e inventa mecanismos de seguridad, que vuelve la vida más insegura y angustiante.

El presupuesto militar de tu país para el 2011, supera los 700.000 millones de dólares.

Las guerras, el petróleo, los minerales, el agua, el poder político y económico cuestan miles de vidas humanas, provocan hambre y violencia; pero para los que mandan, negocios son negocios, la humanidad pasa a ser una abstracción

Hoy es Libia, la guerra por el petróleo, ¿mañana, será por el agua, los recursos y bienes naturales, vaya uno a saber? Lo que sí sabemos es que estás hipotecando el presente y destruyendo el futuro de tu pueblo y otros pueblos del mundo.

No podemos continuar lamentando la situación que vivimos, debemos construir en la esperanza.

Te propongo lo siguiente:

Dona el valor de uno de los aviones de combate y, como decía Roul Follereau, podrás ver cuantos hospitales, escuelas y empleos dignos se pueden construir para los pueblos. Con el valor de una de las bombas que tu ejército arroja sobre Irak, Afganistán o Libia se pueden hacer centros de salud y dar de comer y educar a millones de niños, que te regalarán una sonrisa y esperanza de vida.

Si se sumasen todo los millones invertidos para la muerte, ¿cuánto más podría tu país hacer para la vida de tu pueblo y la humanidad? Podrías pagar la deuda externa e interna.

Mi saludo de Paz y Bien

Adolfo Pérez Esquivel