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martes, 23 de febrero de 2010

Carta de un extraterrestre


Sumergido en las profundidades de la incertidumbre que le acarrea el hecho de saber que va a morir, la conciencia de su finitud y la capacidad de pensar, proyectar y aún preguntarse por toda la existencia, se encuentra el ser humano.
Temerosos del contacto excesivo con otros colegas de la misma especie y la falsa sensación de seguridad que el grupo le otorga se refugia en familias, clanes, comunidades, ciudades, provincias y países. Pero no todo es gratis; para pertenecer al grupo se debe ser como ellos, se deben compartir sus creencias, sus costumbres, sus aspiraciones, sus rencores y sus posibles virtudes. La libertad individual se haya sujeta a las influencias del entorno y muchas veces hay que sacrificarla para no ser excluido y blasfemado.
Angustiado por la conciencia de su muerte la patea para delante. "La muerte es algo lejano, es algo que algún día dado de mi senectud me va a ocurrir, pero no ahora, ni mañana"-piensan-. Proyectando así la muerte, se da el lujo de vivir todos y cada uno de sus días hipócritamente, de dejarse llevar por pequeños placeres, de vivir una vida que no quiere, eligiendo una y otra vez el sufrimiento, tropezando mil veces contra la misma piedra. “Ya voy a tener tiempo para vivir seriamente”- dicen – y cuando al fin llega su día se dan cuenta de que no han hecho verdaderamente lo que querían, que tienen varias cosas pendientes, una mochila muy pesada y que han lastimado a mucha gente. ¡Ven la muerte como a un enemigo! Si tan solo pudiesen darse cuenta que es su mejor amigo todo sería muy diferente para ellos; vivirían cada día como si fuese el último.
Sus miembros más famosos lo son porque son poderosos y ricos, salen mucho por televisión o solamente se visten a la moda o usan el último modelo de celular, el más caro ¡Que competitividad! Compiten entre ellos para lucirse mejor, ser más guapos, tener más dinero y vanagloriarse de su fútil apariencia. Para lograr tales cometidos los más sanos trabajan muchas horas al día, otros les pagan unas monedas a otro grupo de seres humanos para que trabajen para ellos gran parte del día (ellos lo llaman explotación) y obtienen muchas ganancias ya sea gracias a sueldos bajos, a productos defectuosos, a productos caros, y a muchísimos otros métodos, pero la ganancia se obtiene siempre sino ellos cierran su trabajo; es gracioso verlos pasar horas y horas haciendo gimnasia para agrandar sus músculos, morirse casi de inanición para tener una silueta que ellos consideran esbelta, cortarse y ponerse injertos en su cuerpo para intentar ser más bellos y agradables.
Sin saber para donde disparar en los momentos de máxima tensión o dolor de sus vidas acuden a la invocación de algo divino que llaman “Dios” o de muchas formas diferentes pero en sustancia todos se refieren a El como una fuerza externa que comanda sus vidas y es capas tanto de hacer el bien como el mal y que, según dicen, es muy parecido a ellos ya que fueron creados a su imagen y semejanza. Le piden muchas cosas: salud, dinero, trabajo, inmortalidad, perdones. Ponen esto que llaman Dios fuera de ellos y desligan su responsabilidad como seres humanos bien capaces por sí mismos. Piden salud mientras fuman un cigarrillo, piden dinero y trabajo cuando ellos mismos crearon la pobreza y piden perdones para estar libres de culpa y volver a pecar una y otra vez.
Para que hablar de cómo se comportan con otras especies que conviven con ellos ya sean del reino vegetal, del animal o del que fuere, todas son sometidas a su uso arbitrario y a la destrucción masiva. No era de esperar otra cosa, se matan entre ellos como se van a manejar con otros seres vivos.
Algunos en toda su historia, la minoría, se ha sentado alguna vez a hablar de amor, solidaridad, paz y armonía. Ya casi no comparten, no se besan, no se abrazan… sus sentimientos flotan en la superficie de un charco contaminado y turbio.
Escribo esto porque me sorprende mucho su forma de actuar. Tienen la capacidad y la energía de poder hacer cosas inimaginables y de amar sin medidas y hacen todo lo contrario: invitan al dolor y al sufrimiento, al rencor y al egoísmo, a la angustia y a la tristeza a formar parte de sus vidas… ¡Que bicho raro es el ser humano!

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