Colonialidad en acción (y en el centro del Imperio)
En otros tiempos, cuando era todavía el diario más agudo e inteligentemente crítico que supo dar el periodismo argentino, la frase de la presidenta anoche en Harvard hubiera sido digno de un título de tapa y hubiera ameritado una de esas tan bellas como implacables columnas críticas de esa pluma talentosa que es Sandra Russo, antes de con-vertirse en la ‘biógrafa’ de CKF… Sin embargo, eso, hasta ahora no pasó… Y es improbable que pase… Más bien, a sazón de lo que viene aconteciendo, cabría esperar enrevesadas maniobras ‘hermenéuticas’ para tratar de –una vez más- justificar lo injustificable…
Claro, la frase –tristemente célebre de la presidenta- tampoco fue destacada por la ‘corpo’; pero quién hubiera esperado eso de ese medio, expresión cierta de la más rancia derecha racista y colonial que ‘supimos conseguir’?? Ni la posibilidad de ‘aprovechar’ aunque sea instrumental y oportunistamente el lapsus colonial de la presidenta entra dentro de los cerrados esquemas ideológicos de ese diario y de los sectores que re-presenta…
Y así, una de las frases más dolorosamente auténticas del pensamiento no ya ‘kirchnerista’ sino del ‘progresismo’ vernáculo, una frase que delata de modo contundente la colonialidad inscripta en la concepción y gestión del gobierno (de la oposición, y de la ‘inmensa mayoría’ de nuestra ‘sociedad’), pasó ‘finamente’ desapercibida y/o disimulada por el espacio mediático del país… Estamos hablando de una comparación que la presidenta disparó medio desencajada ante una pregunta provocativa de un estudiante ciertamente ‘privilegiado’ y bastante bien ‘acomodado’ en las coordenadas contemporáneas del poder; una comparación en la que la construcción argumentativa deja de manifiesto la consagración explícita de las jerarquías del orden colonial; consagración que naturaliza, que asume la naturalidad y la ‘evidencia’ del contraste y que, por tanto, no requiere ningún tipo de explicación ni de fundamentación posterior… La presidenta le recordó al estudiante que “estamos en Harvard, no en La Matanza, por favor… Esto es Harvard… Esto es Harvard, señores, Harvard… Por favor!” como recurso para descalificar su pregunta; para plantearle, que su pregunta no estaba al nivel argumentativo del lugar y las circunstancias… Y para sentenciar que parecía propia de otro espacio, un espacio de-signado como absolutamente inferior y grotesco…
‘Harvard’ enunciado como lugar y signo de distinción, de superioridad manifiesta; (presentado como) símbolo ‘incuestionable’ de saber, de erudición, (medio de producción de ‘la distinción’, diría Bourdieu) es contrastado con el nombre de un lugar que evoca todas las inferioridades acumuladas (y naturalizadas): La Matanza, evocada en esta ‘odiosa comparación’ como lugar simbólico de la barbarie, el exacto opuesto –según la enunciadora- de ‘Harvard’… La profunda pervivencia de la lógica sarmientina se recreó anoche en esta emblemática frase de la presidenta: la tajante oposición trazada por el ‘maestro’ sanjuanino (maestro de la colonialidad, diría) entre ‘civilización’ y ‘barbarie’, re-surgió con toda potencia en ese contraste triste y doloroso realizado por la presidenta entre Harvard y La Matanza…
Lo que no entiende el pensamiento colonial, lo que no puede o no quiere ver, es la cuestión de fondo: Hay pocos ‘Harvards’ porque hay muchas ‘La-Matanzas’… Justamente qué nombre: La Matanza… casi una confesión de parte del orden colonial… Una civilización precisamente erigida en base a eso: a la matanza sistemática de los histórica y geográficamente inferiorizados… Aquellos que, mediante su explotación sacrificial, subsidiaron y financiaron las ‘fastuosidades’ del ‘mundo civilizado’… Exageración?? Extermismo?? Versión sobre-simplificada y ‘distorsionada’ de la historia??... Cuando –recurrentemente- me dicen eso, ya casi automáticamente se me viene a la cabeza (y al corazón) esas impresionantes palabras dolidas de Sartre (no voy a citar a ningún pensador ‘fanatizado y re-sentido’ del sur, no?) escritas como prólogo a “Los condenados de la tierra” y dirigidas a sí-mismos, es decir, a la ‘raza’ superior, la del ‘hombre blanco’: “Ustedes saben bien que somos explotadores. Saben bien que nos apoderamos del oro y los metales y el petróleo de los ‘continentes nuevos’ para traerlos a las viejas metrópolis. No sin excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban los mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa, cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos sus habitantes: un hombre entre nosotros, quiere decir un cómplice, pues todos nos hemos beneficiado con la explotación colonial (…) Palabras: libertad, igualdad, fraternidad, amor, honor, patria. ¿Qué se yo? Esto no nos impedía pronunciar al mismo tiempo frases racistas, cochino negro, cochino judío… Los buenos espíritus, liberales y tiernos-los neocolonialistas, en una palabra- pretendían sentirse asqueados por esa ‘inconsecuencia’; error o mala fe: nada más consecuente, entre nosotros, que un humanismo racista, puesto que el europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos.” (Sartre, 1961)
“Por favor, esto es Harvard, no La Matanza..” me duele mucho; hondamente… Me remite al carácter trágico de nuestra colonialidad; es decir, a la colonización de nuestro imaginario, aún el imaginario libertario… Porque no podemos –parece- pensar la emancipación sino como ‘copia’ de nuestros dominadores… Trágica condición de nuestro ‘progresismo’; aún, o todavía más el de izquierda, que no puede romper con la fantasía colonial del ‘desarrollismo’… Que piensa su horizonte utópico en la imagen imposible del ‘ser como’ los que son a costa de… Al fin de cuentas, como nos enseñaba Franz Fanon hace ya más de medio siglo atrás, la colonialidad es una condición que se porta ‘a flor de piel’; es la epidermización de la inferioridad… Triste condición de nuestro progresismo…
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