¿Cómo avanzar cuando todo se dirige en la dirección contraria? Es como nadar en contra de la corriente, como subir una extensa y pronunciada ladera, como oponerse a la fuerza de gravedad, como nadar en un pozo de alquitrán, como querer caminar sobre arenas movedizas, como volar con viento en contra.
¿Cómo no encontrarme solo en tan complicada y dificultosa misión? Todos se mueven hacia donde señalan las veletas de las tradiciones, hacia donde marca la flecha del conformismo, hacia donde desembocan los oscuros y fríos caminos de este sucio sistema, motivados por la persecución de los pequeños placeres mundanos, por las inexplicables ansias de poder y por la sed insaciable de competencia.
¿Estaré acaso yendo por el carril equivocado? Pocos me acompañan en tan bella andanza; la mayor parte del tiempo estoy en soledad. La soledad y yo somos una misma unidad; juntos reflexionamos, inquirimos, investigamos, cuestionamos y aprendemos aunque me halle inmerso en la muchedumbre, en el ruido de las falsas habladurías y en la trivialidad de la vida cotidiana.
¿Cómo no desistir si donde quiera que vaya encuentro oposición? Una fuerza propulsora me motiva a seguir firme y constante hacia el lado menos popular. Hacia aquel lado donde la naturaleza no es vista como materia prima sino como fuente inagotable de vida e inteligencia, donde el otro es un hermano y no un enemigo, donde la justicia no depende de una ley, donde la moral no es impuesta por ningún libro sagrado, donde el odio ha sido desterrado y el amor, el cariño y la fraternidad han ocupado el trono. Ese es mi camino, hacia allí me dirijo.