Suele ser necesario, inspirador y placentero detenernos un instante en el camino para ver nuestros propios pasos y nuestra manera de darlos, elevarnos y desde el firmamento mirar el tejido del que forma parte nuestro caminar. Tal vez no vamos a saber así lo que viene para nosotros, pero seguro nos va a ayudar a comprender junto a quiénes caminamos, desde dónde venimos, el por qué de nuestra manera de caminar y la miríada de caminos posibles que existen.
Saber desde dónde decidimos, amamos y soñamos, nos regala la posibilidad de elegir desde la libertad el camino que estamos siendo. La invitación es entonces a aproximarnos al sentido de nuestros sentimientos, al origen de nuestras motivaciones, a la lógica de nuestros razonamientos y al significado de nuestras acciones de cada día. La invitación es a pensarnos, a vernos y a encontrarnos.
Compartimos esta breve reflexión sobre los Paradigmas y sobre las concepciones de Salud como posibilidad para hacer esta mirada desde el firmamento, para saber de la trascendencia de nuestro ser, estar y hacer cotidiano, y para vivir concientemente las transformaciones que constituyen nuestra historia personal y por lo tanto la historia de la Humanidad.
Estamos transitando por un momento especial, que para nuestra cultura occidental, sentimos como tránsito de un paradigma a otro, como amanecer de este otro mundo posible que ya estamos siendo.
La manera como miramos y nos relacionamos con la Vida, con nosotros mismos, con los otros y con la Naturaleza constituye nuestro Paradigma Cultural. La Cultura es la dimensión desde la cual se generan nuestras maneras de comportarnos y de pensar en otras dimensiones. Es decir, que entendemos nuestra realidad (Dimensión Científica) y nos organizamos como comunidad (Dimensión Sociopolítica y Económica) a partir de un sentimiento (Dimensión Cultural).
Sentirnos por encima de la Vida, “amos y señores” del Universo, utilizadores racionales y oportunistas de la Naturaleza, es el Paradigma Antropocéntrico. Sentirnos parte de la Naturaleza, sentir que somos vida dentro de la Vida y que ésta tiene una sabiduría propia que nos trasciende, es el Paradigma Biocéntrico.
Estos sentimientos son esencialmente diferentes, generan conductas, gestos, miradas, deseos y realidades distintas, por eso sabemos que aunque pueden coexistir, no son complementarios. En la Humanidad coexisten diferentes paradigmas. Aunque su historia es una sola, mientras Occidente vive este momento de cambio paradigmático, otros pueblos transitan tiempos diferentes. La Humanidad en su espiralado camino vive su historia no como sumatoria de ideas, sino como trascendencia de sentimientos. Estamos hablando de transformaciones profundas, de las que todos formamos parte.
El ser humano que se siente por fuera de la Vida, sólo puede comprenderla si la analiza y la describe, lo que significa dividirla en partes, es decir, que sólo puede comprender la realidad mediante su reducción, es por eso que en la Dimensión Científica, el Paradigma Antropocéntrico se expresa como Mecanicismo. Sólo las cosas que funcionan mecánicamente se pueden fraccionar, desarmar, reparar, reemplazar, controlar y manipular.
Desde este paradigma, el ser humano se cree dueño de todo, de la tierra, del agua, de los otros, del conocimiento, del tiempo, y por lo tanto, todo tiene un precio. Es así como en la Dimensión Sociopolítica y Económica este paradigma se expresa como Capitalismo. Predominan los intereses comerciales, y el propósito es acumular y “progresar” utilizándolo todo para tal fin. Nos consideramos consumidores, nos relacionamos como competidores y reducimos nuestro bienestar al factor monetario, y para esto es necesario concebir todo mecánicamente, para poder predecir, dominar, vender y utilizar.
Esta “lógica de mercado” del Paradigma Antropocéntrico invade todos nuestros escenarios, incluido el de nuestra cotidianidad. Capitalizamos nuestros sentimientos, “invertimos” esfuerzos y afectos, queremos hacer “rendir” el tiempo, y hacemos cosas “a cambio de” otras. Creemos que la Vida nos tiene que devolver lo que le aportamos, la medimos en términos de pérdidas y ganancias, la juzgamos, y por lo tanto no la vemos. Y así nos juzgamos a nosotros mismos, es decir, que tampoco nos vemos.
Paradójicamente desde el Paradigma Antropocéntrico, el ser humano se siente poderoso y dependiente al mismo tiempo. Soberbiamente poderoso al pretender entender, controlar y dominar una Vida de la que se cree dueño, Y desesperanzadamente dependiente de un destino del que supone que no forma parte.
En consecuencia, se considera a sí mismo culpable o héroe, dependiendo de cómo le vaya en la comparación que haga entre su devenir y lo que esperaba, y al mismo tiempo, se asume como víctima de una fuerza y una intencionalidad que está por fuera de él. Culpables, víctimas, dominadores o dominados, ¡qué tristes opciones nos quedan desde este paradigma!
Afortunadamente las sabidurías ancestrales de nuestros pueblos nos recuerdan que hay otras maneras de sentir la Vida, que pertenecemos a una fuerza superior a nosotros, que al mismo tiempo nos constituye. Es decir que pertenecemos a la fuerza que somos, que es en los otros y en la Naturaleza. Este sentimiento nos permite saber que todo está relacionado, y que las relaciones suceden con una sabiduría propia. La Vida es las relaciones, la Vida es sabiduría.
También accedemos a este sentimiento de pertenencia desde la mirada que hacemos a nosotros mismos. Esos “viajes de regreso a lo que somos” que acompañan nuestros sublimes procesos íntimos, nos recuerdan que todos somos uno, que somos más de lo que vemos, que somos milagro y misterio, que somos borrosidades, que somos Vida.
Así mismo, el Arte es una puerta que se abre para reencontrarnos con lo esencial. El Arte nos invita a diluirnos en los otros y en nuestro entorno, para recordar que no hay otros y que no hay entorno, que somos vida dentro de la Vida.
Cuando sentimos que la Vida es el centro de todo y que nosotros somos parte de ella, sabemos que nuestras posibilidades de expresión son ilimitadas, que son infinitos los caminos que nuestro cuerpo y nuestras organizaciones pueden tomar. Por lo tanto no existen modelos con los que nos podamos comparar, medir, ni juzgar. No hay diagnósticos, recetas, ni pronósticos en los que quepa la Vida que somos. La Vida es ilimitada, nosotros somos ilimitados. Regresamos a la esperanza y a la dicha de ser y de vivenciar todo lo que somos.
Los modelos, propios del Paradigma Antropocéntrico, generan dependencia. El reconocimiento de las singularidades, propio del Paradigma Biocéntrico, genera libertad. Cuando uno vive para planes inventados por nuestra soberbia mente antropocéntrica, cree que tiene que decidir entre lo que ha planeado y lo que la Vida va siendo, llenándonos de frustraciones, culpas o argumentos para ser más soberbios. Cuando uno se siente Vida, no hay elecciones que tomar, uno se entrega a su fluir, sin pedir pruebas de nada. Se vive el asombro y la gratitud con todo lo que instante a instante se va revelando.
Saber que la Vida es una sola, que nada se mueve sin la complicidad de todo, nos regresa a la solidaridad que nos dio origen. Es por eso que en la Dimensión Sociopolítica y Económica este paradigma se expresa como Solidaridad. De esto nos hablan los movimientos sociales que se dan cita en eventos como el Foro Social Mundial[i][1] y la Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos[ii][2], los encuentros de sabidurías populares como el Laicrimpo[iii][3], y los movimientos ecologistas y feministas. La solidaridad emerge al recuperar el Nosotros, es decir, al encontrarNOS. Estamos vivenciando cada vez más expresiones del amanecer de este otro mundo posible.
El conocimiento, la tierra, las personas, los sueños, no tienen dueño. Todo le pertenece a la Vida, es decir que nos pertenecemos. Entonces todos podemos y todos sabemos. La solidaridad emerge al reconocer tanto las propias capacidades y sabidurías como las de los otros. La libertad nos hace solidarios y la solidaridad nos hace libres.
Desde el Paradigma Biocéntrico asumimos el misterio de la Vida. Nos rendimos ante la grandeza de una sabiduría que no podemos describir y de una complejidad que no podemos reducir ni dominar. Sabiduría y complejidad con las que sólo es posible interactuar. Entonces el camino es el de la confianza, la entrega a la incertidumbre y la alegría de sentirnos parte.
Por todo esto, en la Dimensión Científica del Paradigma Biocéntrico, surgen conceptos como Complejidad y Pensamiento Sistémico. La ciencia va al encuentro de la sabiduría de nuestros pueblos ancestrales y logra ver parte de lo que ya se sabía, para descubrir que no hay que dividir la Vida para entenderla porque si la fraccionamos deja de ser Vida, y más aun, que a la Vida no hay que entenderla, sólo hay que vivirla.
Nuestro cuerpo es emergencia de la Vida y tiene sabiduría propia para mantener su propio orden, el cual sólo es posible en relación con el Todo, a lo que la ciencia le ha dado el nombre de “auto–eco–organización”. Cada ser se constituye en, para y con cada uno de los otros seres del Universo, es decir que “intersomos”. Esta complejidad es inalcanzable a la razón. El milagro de la Vida supera la soberbia humana, sólo es posible comprenderlo desde la fuerza del Amor. Por eso uno sigue el camino que dicta el corazón sabiendo que es la misma voz del Universo.
Presentamos a continuación un resumen del paralelo entre el Paradigma Antropocéntrico y el Paradigma Biocéntrico, a partir del cual podemos seguir profundizando nuestras reflexiones:
PARADIGMA ANTROPOCÉNTRICO
| PARADIGMA BIOCÉNTRICO
|
La siguiente es una posible forma de graficar las Dimensiones de los paradigmas:
Paradigma Antropocéntrico <----> Mecanicismo <---> Capitalismo
Paradigma Biocéntrico <---> Complejidad <---> Solidaridad y apoyo mutuo
DIMENSIONES
Esta gráfica nos está siendo útil para tener presente la Totalidad en todo momento, para no olvidar las relaciones importantes de nuestra realidad y de nuestra forma de construirla y concebirla. Así queremos resaltar la trascendencia de cada una de nuestras expresiones, incluyendo nuestro hacer como terapeutas, ciudadanos, educadores, etc. Es necesario considerar que ésta, como toda construcción intelectual, no es sino una metáfora de una realidad que la supera.
Tenemos en cuenta que las relaciones entre estas Dimensiones son dinámicas, que se superponen unas a otras, que no tienen límites definidos, y que sus transformaciones tienen tiempos que pueden ser individuales o compartidos. El cambio de un paradigma a otro no sucede linealmente, aquí también está presente la misteriosa sabiduría y complejidad de la Vida.
De esta misma manera podemos graficar los diferentes Escenarios en los nos expresamos según nuestros paradigmas:
ESCENARIOS
Uno es el escenario de lo íntimo y lo cotidiano, en el cual la relación central es la que vivimos con nuestro cuerpo. La manera como sentimos, vemos y tratamos nuestro propio cuerpo es reflejo y génesis de la manera como nos relacionamos con los cuerpos de los demás, con la Naturaleza, con la sociedad y con el Universo entero.
Otro, es el escenario de lo social y lo político. De acuerdo a cada paradigma se definen las políticas sociales, económicas y ambientales, a partir de las cuales se determinan las prioridades de una comunidad, se distribuyen los recursos, y se disponen las condiciones necesarias para el desarrollo de cada individuo y de cada grupo.
Y otro, es el escenario de nuestros saberes y haceres, es decir el de las diversas formas en que satisfacemos nuestras necesidades. En éste ubicamos lo terapéutico. Y volvemos a recalcar que toda terapia médica (alopática, natural, tradicional o biológica), es expresión de una manera específica de entender la realidad y que por lo tanto está en íntima relación con nuestras vivencias cotidianas y con el devenir de nuestra sociedad.
Cada paradigma genera una concepción de salud determinada. Proponemos considerar “Salud de los Ecosistemas” como el concepto de salud que emerge del Paradigma Biocéntrico. Concepto que se encuentra presente en la sabiduría de nuestros pueblos. Por ejemplo, para un grupo de mujeres del distrito de Aguablanca de Cali – Colombia, que viven una propuesta de Patios Solidarios [iv] [4] lalud es la búsqueda constante y solidaria de nuestra capacidad para sentirnos bien y generar bienestar-. La salud es la Vida misma, sin modelos ni propietarios. Es el fluir gozoso de nuestro cuerpo que sabe que es parte del Todo, que sabe que es árbol, río, sol, montaña y flor. [4], -la s
La salud consiste entonces en vivir el singular y universal proceso de hacernos cada vez más conscientes de lo que sabemos y de lo que podemos. Es vivir la alegría de sentirnos pertenecientes a un Nosotros que es mucho más que una sumatoria, que es la Vida misma que emerge en cada uno de nuestros cuerpos y de nuestros encuentros, que nos abraza, que nos contiene y que nos constituye.
Así, cuando el cuerpo se expresa, en lugar de ponerle un nombre a lo que siente para que otro se ocupe de él, como sucede desde el Paradigma Antropocéntrico, uno lo escucha respetuosamente, sin juzgar y sin pretender entenderlo todo. Se entrega con confianza a su propio fluir para vivirse por uno mismo, para descubrir el milagro que en uno se está revelando. Y en este camino, somos acompañantes unos de los otros, ni salvadores, ni facilitadores, simple y sublimemente compañeros de un camino del que todos formamos parte.
La salud que emerge del Paradigma Antropocéntrico, parte de considerar el cuerpo mecánicamente. Las llamadas “acciones de salud” tienen como intención homogenizar, controlar y dominar, lo que significa medicalizar y mercantilizar. La salud se concibe como un modelo de normalidad al cual todos debemos acomodarnos, así sea a costa de nuestros propios deseos y singularidades.
La salud, como todo en este paradigma, es propiedad de alguien, y para eso es necesario que se pueda medir. Los cuerpos son expropiados de las personas y de los pueblos, y las sabidurías propias son excluidas, así como las emociones, las intuiciones y todo lo que no se pueda controlar. Es un concepto consecuente con todas las expresiones del sentimiento de estar por fuera de la Vida.
Para inspirar más reflexiones presentamos el siguiente paralelo:
La Salud desde el Antropocentrismo
| La Salud de los Ecosistemas
|
Y para seguir inspirando aun más nuestras reflexiones…
La Salud de los Ecosistemas: un encuentro con nuestro Femenino
Desde el paradigma antropocéntrico nuestra sociedad se ha desconectado del poder de lo femenino y lo ha excluido, ha sobre valorado lo masculino, distorsionando ambas fuerzas. La Salud de los Ecosistemas significa trascender de la dualidad excluyente a la dualidad creadora, de la oposición a la emergencia y de la contradicción a la diferencia interrelacional. La Salud de los Ecosistemas implica recuperar nuestra fuerza femenina para recordar que pertenecemos a la Vida, que somos vida dentro de la Vida.
Podemos considerar como dones de lo femenino: dar vida, tejer redes o “interser”, la conexión con el universo, el sentimiento y la intuición, lo simbólico, vivir los procesos y el reconocimiento de nuestra naturaleza cíclica.
El encuentro con nuestro femenino permite resignificar el cuerpo y la salud, emergiendo una nueva ética para la Vida, en la que nos encontramos con nuevos sueños y principalmente con nuevas maneras de soñar:
“Ya no te pido Vida un cuerpo “normal”,
ahora quiero un cuerpo amado, un cuerpo aceptado,
un cuerpo reconocido desde mí…
un cuerpo que vuele, que ría, que viva,
en el que mi alma cante y baile cómoda, libre y feliz”
La invitación de esta propuesta es a dejarnos afectar por las profundas transformaciones que le están ocurriendo a nuestra Humanidad y a vivenciar las consecuencias de este reencuentro con el sentimiento de pertenencia a la Vida, en todos los ámbitos de nuestra existencia. Para así generar nuevas maneras de hacer, de decir y principalmente de mirar, y considerar el compromiso vital de cada una de nuestras expresiones como terapeutas y en general como seres humanos.
Asumir que salud es la Salud de los Ecosistemas, es creer que formamos parte de una historia que no tiene principio ni final, es recordar que lo natural es la reciprocidad sin medida, y es descubrir que toda la sabiduría del Universo se encuentra dentro de nosotros mismos. Porque todos somos ecosistema, todos somos vida dentro de la Vida.
[i][1] Se trata de una verdadera Asamblea de la Humanidad que se realiza anualmente teniendo como lema “Otro mundo es posible”. El primero de ellos tuvo lugar en Porto Alegre, Brasil, en 2001 y el próximo (VII Foro Social Mundial) se realizará en Nairobi, Kenya, en enero de 2007. En estos Foros se presentan tanto denuncias al modelo neoliberal como propuestas sociales, económicas, políticas y ambientales que están permitiendo la emergencia de ese otro mundo posible más justo, solidario y sustentable.
[ii][2] La I Asamblea Mundial de Salud de los Pueblos tuvo lugar en diciembre de 2000 en Savar, Bangladesh convocada por diversas organizaciones no gubernamentales. Unos 1500 delegados de 94 países suscribieron la Declaración que constituyó la fundación del Movimiento Mundial de Salud de los Pueblos. Una segunda Asamblea se llevó a cabo en julio de 2005 en Cuenca, Ecuador.
[iii][3] Son encuentros de salud popular que a partir de 1990, se realizan anualmente a comienzos del mes de noviembre, en diversos sitios del norte argentino. La esencia es el compartir saberes y haceres autogestivos con el espíritu de “la salud en manos de la comunidad”. Participan compañeras y compañeros de Paraguay, Uruguay, Ecuador y otros países.
[iv][4] Un grupo de mujeres del Distrito de Aguablanca de Cali, Colombia, decidieron producir su propio alimento para compartirlos y ganar autonomía. Desde el 2003, siembran en sus terrazas y pequeños patios, en macetas, botellas de plástico cortadas por la mitad, cañas de bambú y cajones de madera. Cosechando perejil, zapallos, tomates, cebollas, etc., cultivan libertad, solidaridad, vínculos de afecto y fortalecimiento de su propia sabiduría. A partir de esta experiencia, se denominan a sí mismas “Patios Solidarios”.
[v][5] La palabra “Alegremia” (alegría circulando por la sangre) surge de compartir con mujeres campesinas del norte argentino, y luego de otros escenarios, conversaciones acerca de las necesidades realmente básicas para vivir: aire, agua, alimento, albergue, amor, arte, aprendizaje. A partir de estas reflexiones se cuestiona la definición de salud como “un estado de normalidad”, ya que naturalmente se comprende la salud como un proceso que puede ser cada vez más saludable, percibido justamente por la alegría manifestada en lo cotidiano.
SANDRA PAYAN
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