¿Porqué nos detenemos una y otra vez a intentar explicar los misterios de la vida? No digo que no deba hacerse, solo me lo pregunto. Todo debe tener una explicación, un desarrollo acorde y una conclusión lógica para nuestras mentes inquietas y perturbadas por ese desconocido malhechor llamado incertidumbre. Pero este audaz embaucador vuelve una y otra vez y cuando creemos que hemos encontrado y descifrado el mensaje, aparece nuevamente con la cara opuesta a la que le habíamos asignado anteriormente. Esto es insoportable para el raciocinio y nos empeñamos aún más en intentar decodificar la próxima "señal". Lamentablemente caemos y tropezamos una y otra vez con la misma piedra cual el mito de Sísifo condenado a subir una y otra vez la roca por la empinada ladera.
Tal vez no advirtamos, que justamente esta sea la clave; abrir los ojos y decirnos simplemente que no todo tiene un explicación, tal vez sólo sea un mágico misterio. El misterio tal vez sea sencillamente darnos cuenta que el misterio es sólo eso, un misterio.
Sin más palabras propias, dejo que escriba este bello literato un breve cuento titulado "Historia verídica":
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Julio Cortazar.
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